¿Cómo disfrutar más de la vida?: Vacaciones

Disfrutar de la vida puede convertirse en un desafío. 

No importa cuánto dinero tengas, los éxitos que hayas acumulado, las personas que te aman o el impacto que estés creando en otros, puedes sentir esa sensación de insatisfacción o de desdén por lo poco que has logrado o tienes, sentir que no estás haciendo lo suficiente, que te estás perdiendo de algo. El desafío de disfrutar de la vida es precisamente que sentirte satisfecho y a la vez esperanzado por el futuro son dos cosas que pueden parecer no ir de la mano, pero esto no es cierto. Estar satisfecho no es ser conformista y estar esperanzado no es ser ingenuo. ¡Qué dilema!


Te voy a contar una historia de dos gemelos. 

Martin y Mateo, ambos hombres exitosos en sus profesiones; Martín es ingeniero y Mateo es pastelero. Ambos han decidido irse de vacaciones al caribe colombiano. Martín tiene a su esposo llamado Maximiliano (Max); ambos tienen 30 años. Mateo tiene a su esposa Blanca, de 28 años. El cuadro es precioso: las familias disfrutan de una vista genial del mar al atardecer, abrazados, observando cómo el sol cae lentamente por el horizonte desencadenando visiones de colores naranjas y amarillos, cálidos e hipnotizantes. Pero a diferencia de Mateo el pastelero, Martín no lo disfruta.

Martín quiere vivir más aventuras, más experiencias, no estar tirado ahí abrazándose eternamente con Max. Decide que debe emprender más aventura y arrastra a Max con él. Mateo y Blanca los siguen. ¡Van a tirarse de parapente! ¡Qué experiencia tan genial! Todos lo disfrutan. Como es lógico, al final de la tarde, cansados, se acuestan después de cenar, muy satisfechos por la aventura. Pero Martín quiere más, no quiere sólo llegar al hotel y acostarse, ¡Ni que fuera un abuelo! Acostado en la cama siente esa nueva ola de insatisfacción y comienza a ver en Instagram qué más hay para hacer en la zona.

Mateo, su hermano, ha entendido lo que le pasa a Martín y habla con él. Esto es lo que le dice durante el desayuno, a solas:

«Martín, veo que a pesar de ser de los pocos colombianos que puede darse el lujo de pasear, te sientes insatisfecho. Lo veo en tu semblante. Creo saber por qué, te conozco muy bien, hemos compartido nuestra vida hasta ahora y creo que por eso te entiendo.»

Martín lo miró un poco sorprendido y con cierta irritación. No sabía que su hermano lo había analizado de esa manera, pero lo reconoció: en realidad no disfrutaba mucho. Mateo prosiguió:

«No te voy a decir el por qué te sientes así, no te lo voy a decir ahora, sólo te voy a pedir algo: ¿Recuerdas que leíamos un libro genial de Stephen King, La niebla, cuando éramos más jóvenes? Lo leímos hace algunos años y nos gustó mucho. Te voy a pedir que lo leamos de nuevo, todos los días cuando lleguemos al lugar que tenemos en el itinerario. Hagamos eso los siguientes 5 días y luego hablamos. Vamos a leer como mínimo 30 minutos al día.»

Martín aceptó con algo de incredulidad y un poco de irritación «¿Quién lee en vacaciones?».

Mateo agregó: «Ah, y otra cosa, llevaremos una cámara fotográfica y dejaremos los celulares en el hotel.»

Los siguientes días leyeron cuando llegaron a la playa y cuando fueron a acampar. En cada lugar que llegaban, según su itinerario, lo primero era leer. Sus respectivas parejas los miraban con curiosidad cuando decían «Dennos media hora y vamos… ¡Cosas de gemelos!», Max y Blanca se miraban, sonreían, y los esperaban. Terminaron el libro en esos 5 días, conversaban sobre él, sobre cosas que no habían notado antes, sobre lo interesante de la historia y sobre verse la serie que estaba en Netflix. Para sorpresa de Martín, su sensación en el paseo cambió paulatinamente: se sentía más satisfecho con las aventuras que tenían y no se sentía abrumado por querer hacer más. Sus actividades consistían en «cosas simples» como hacer senderismo, mirar arboles altos y antiquísimos, observar aves, nadar y hablar con los lugareños. Martín comenzaba a disfrutar de su paseo.

En la mañana del sexto día Mateo se le acercó y le dijo:

“Querido Martín, lo que sucede es que no podemos disfrutar de nuestra vida cuando nuestra mente sólo quiere nuevas experiencias, una tras otra. Lo que posteabas en redes sociales, todo el tiempo, me hizo intuir que en realidad no disfrutabas de esta experiencia, querías que los demás vieran que disfrutabas, y eso es diferente. Tu mente dejó el hábito de parar y reflexionar, ese hábito que juntos teníamos cuando leíamos historias y cuando las comentábamos. El hábito de parar es esencial para disfrutar de lo bueno y dejar de pensar en lo que no tienes. Nunca lo tendremos todo; todo es demasiado para el ser humano. Pero si tienes la capacidad de parar y que tu mente contemple las maravillas con las que cuentas, disfrutarás verdaderamente de la vida. En ese sentido, cuando volviste a leer te obligaste a parar. Tu cerebro entendió que debía concentrarse en la historia y no en la siguiente experiencia. La lectura misma fue nuestra primera experiencia del día, y por tanto nuestro cerebro se tranquilizó. Cuando observabas los paisajes, veías la gente, los niños, el mar, los árboles, los viste a través de esos lentes, una mirada más contemplativa y menos apresurada. Si lo manejas así el resto de tu vida vas a crear el hábito de parar y valorar más lo que posees; te hará mejor ingeniero, mejor persona, mejor pareja y mejor hermano».

Martín abrazó a su hermano.

Martín volvería entonces a casa y leería toda la saga de Juego de Tronos (Canción de hielo y fuego, de George RR Martin) que tenía pendiente desde hace un tiempo, además de comenzar a leer todo tipo de literatura, incluso poesía. Su vida le satisfacía más a medida que su cerebro se habituaba a devorar cada historia que alguna mente genial había construido tiempo atrás.

Mateo y Martín son versiones tuyas y mías.

Espero te haya gustado. ¿Qué más tengo para decirte? Creo que esta historia la inspiró mi propia experiencia en vacaciones. Durante ellas leí unos cuantos libros. Durante esos días disfruté de la lectura en una finca cafetera, en el hotel, en el bus de regreso, en algún café, y llegué a la conclusión que fue la salida perfecta, la solución adecuada a esa prisa que la mente te impone: «¿Cuál es la siguiente aventura? ¡No te pierdas de nada!».

Te preguntarás por qué es así. Es por cómo está construido nuestro cerebro y, entre toda esa complejidad, por el circuito de la dopamina. Lo puedes entender mucho más si piensas en cualquier adicción, pongamos la pornografía. Cuando inicias, ves un vídeo corto, un poco implícito, puede ser una escena un poco subida de tono. La siguiente escena, si es del mismo nivel que la anterior, ya no te satisface igual, quieres ver más: nuevos personajes, nuevos escenarios, nuevas escenas ¡Más fuertes y cada vez más agresivas! Esto pasa porque desde la primera vez, tuviste una liberación de dopamina en tu sistema nervioso, esa dopamina nos hace contemplar el placer y sentirnos «bien». Ese «bien» está entre comillas porque el cerebro no reconoce si ese bienestar es verdadero (legítimo, en verdad te trae beneficios a corto y mediano plazo) o es una ilusión, un engaño. La clave del asunto es esta: para que lo que ves o lo que consumes tenga ese efecto de placer o de «bienestar», te toca aumentar la dosis. Ya no servirá aquel primer vídeo subido de tono, quizá debas ver algo más explícito. ¿Lo ves? Por eso se llama círculo vicioso.Yo lo llamo espiral viciosa, porque nunca para de crecer el estímulo que debes dar a tu mente para satisfacerla. Tu puedes ser adicto a muchas cosas, una adicción es un comportamiento compulsivo (tú no tienes el control) que te lleva a repetir una acción en busca de gratificación instantánea.

Si tu mente está como la de Martín, te aconsejo:

  1. Ponte horarios para revisar tu celular. Deja la primera parte de la mañana para ti. Lee algo que te agrade, haz ejercicio y medita. 

  2. Desinstala de tu celular las aplicaciones en las que eres consciente que pasas más tiempo, aquellas que después de usarlas te producen una sensación de insatisfacción con tu vida.

  3. Ve y escucha a personas inspiradoras. Saca un tiempo para sentarse, ver y escuchar algún vídeo que te inspire, toma nota y medita en cómo lo puedes poner en práctica. Te dejo uno especialmente útil.

  4. Consigue a un socio de mejora. Una persona o grupo de personas que estén en ese mismo camino. Un club de lectura o un socio para el gimnasio son buenas opciones.

Te dejo literatura que te puede servir:

-          * El club de las 5 de la mañana, de Robin Sharma

-          * 12 reglas para vivir, de Jordan Peterson

-         *  Encuentra tu persona vitamina, de Marian Rojas Estapé

-          * Pensar con claridad, de Shane Parrish

Nota importante: Si tienes algún tipo de adicción, no lo dudes, busca ayuda en tu médico de confianza quien te remitirá a la opción de ayuda que más te convenga. No lo pienses y hazlo en este momento.

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Un abrazo y hasta el próximo libro. 

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